sábado, 30 de agosto de 2008
Diario de viaje
Somos dos familias, cada una con tres niños entre 5 y 10 años. Hemos hecho un recorrido turístico por Marruecos en coche y a nuestro aire durante 19 días, del 5 al 23 de agosto de 2008.
La experiencia ha sido tan buena, que queremos contarla por si otras familias españolas se animan a visitar este país tan cercano geográficamente y tan distinto culturalmente.
Para facilitar la lectura del recorrido del viaje, los post siguen el orden cronológico normal y no el orden cronológico inverso habitual en los blogs por lo que las fechas de los post no se corresponden con la realidad.
domingo, 24 de agosto de 2008
Día 1. Madrid-Algeciras-Ceuta-Chauen
21:00 horas. ¿Todos listos? En marcha! Salimos de Madrid dirección Algeciras. Apenas había tráfico y llegamos al puerto a eso de las 5:15 am. Justo para llegar hasta el puerto de embarque al ferry.
Había algunos coches en la cola, pero no muchos. Los billetes del ferry tienen la hora abierta así que cogimos el primero de la mañana, el de las 6.00 am. Ya dentro, nos echamos una cabezadita.
En Ceuta, lo primero que hacemos es llenar los depósitos de gasoil porque está más barata que en la península. Nos metemos en la única cafetería abierta en el puerto a desayunar unos churros y luego vamos hacia la frontera, que suele ser pesada. Sin embargo, tampoco encontramos mucho jaleo. Tardamos poco más de 1 hora en pasar la frontera; mucho menos de lo que esperábamos. En Marruecos era una hora menos.
La carretera de Tetuán a Chauen tenía muchas curvas y bastante tráfico. No sé si por eso o porque estábamos ya cansados, se nos hizo bastante pesada. De la frontera a Chauen tardamos cerca de 2 horas y media.
En Chauen nos alojamos en los apartamentos L'Atelier o Chez Akel, muy bien situados en una de las puertas de acceso a la medina. Como llegamos pronto, descansamos un poco y dimos un pequeño paseo por la medina antes de ir a comer.
Chauen es un pueblo delicioso, de rincones encalados y puertas añil, con una medina viva y bulliciosa. Los primeros comentarios de los niños eran que las calles estaban sucias y olían mal; luego se olvidaron y se iban parando en cada una de las tiendas, atraídos por las cosas y los olores.
A mediodía comimos en Casa Hassan, uno de los hoteles/restaurantes más apreciados en Chauen no sólo por la comida, sino también por su encanto. Primer menú: brochetas con patatas fritas para los niños; para los mayores, ensalada marroquí, tajine de pollo con ciruelas y pasas y tajine de kefta. de postre, melón. Todo estaba muy rico y teníamos mucha hambre!
Tras una pequeña siesta volvimos a dar un paseo por la medina y subimos hasta la fuente de Ras el Ma. Además del lavadero de la ciudad -que no sé si todavía seguirán utilizando- hay una pequeña cascada de agua helada donde la gente se moja los pies o se sienta para observar. Nosotros no podíamos ser menos y nos quitamos las chanclas para refrescarnos también.
De ahí, fuimos hacia la plaza de Uta el Hamman, llena de cafés, algunos restaurantes y de familias paseando al atardecer, cuando el sol desaparece. Por la tarde, la medina se llena todavía más de gente que sale a comprar, a hacer recados o a pasear.
Nos sentamos en uno de esos cafés a tomar nuestro primer té a la menta bien calentito, y un rato más tarde, vamos a cenar en otro restaurante de la plaza: pizzas, carne y ensaladas.
Nos fuimos pronto a dormir. Había sido un día demasiado largo desde que salimos de Madrid.
sábado, 23 de agosto de 2008
Día 2. Chauen-Fez
Kilómetros: 202. Tiempo: 4 horas aprox., incluyendo 40 minutos de parada.
Salimos temprano para aprovechar el día. La carretera es mala y si encuentras un autobús o camión delante, hay que armarse de paciencia hasta poder adelantar sin peligro. Por el camino, a un lado de la carretera y a menudo cerca de ninguna parte, vemos puestos de higos chumbos, granadas o melones.
Llegamos a Fez antes de comer, pero vamos directos al hotel, que está en la parte moderna de la ciudad, muy bien situado. En Fez ya notamos el calor fuerte, especialmente al salir del aire acondicionado de los coches.
Los niños no esperan a coger las habitaciones y van de cabeza a la pequeña piscina del hotel. Realmente, el hotel Splendid sigue igual que hace 15 años, aunque me sorprende que haya tan pocos turistas españoles. Eso sí, el personal que todavía sigue en el hotel, no ha olvidado nuestro idioma.
Alguien nos manda recado de que un guía nos llama desde la puerta. No conocemos a nadie, pero la verdad es que pensábamos coger guía para visitar la medina, así que salimos a negociar con él. Se llama Abdul, cobra 300 dh por la visita completa pero le decimos que no queremos tiendas. Tranquilos, tranquilos -dice. Sin tiendas. Y ¿dónde comeremos? Nos dice que hay un restaurante muy bueno en la medina. "No queremos un restaurante de lujo, sino uno de buen precio, en torno a los 50 dh por persona y los niños, unos 25 dh, que ya está bien"- le decimos. Y accede: Mañana, a las 9:00 am.
Por la tarde salimos a dar un paseo por la gran avenida Mohamed V, que está a reventar de familias y parejas paseando. Esta noche, cenamos en un restaurante italiano con terraza, en la avenida: pizzas, ensaladas y pasta.
viernes, 22 de agosto de 2008
Día 3. Fez
A las 9 en punto nos esperaba Abdul en la puerta del hotel para empezar la visita a "Fez la antigua". La primera parada fue el Palacio Real, atravesando en coche la Mellah o el barrio judio. De ahí fuimos al barrio de los alfareros, en las afueras, en donde entramos en una cooperativa de cerámica. Vimos cómo salían las piezas del torno, el horno, y cómo hacen las minúsculas piezas de los azulejos que luego forman los mosaicos. Auténtica artesanía de filigrana.
Después ya nos dirigimos hacia la medina, la más antigua y auténtica de Marruecos, laberíntica, palpitante, volcada en cubrir las necesidades cotidianas de sus habitantes.
Nada más entrar por una de sus 14 puertas, pareció que volvíamos varios siglos atrás. Cogimos a todos los niños de la mano y avanzamos por las calles techadas a través de un río de gente que igual compraba gallinas o pollos vivos que mataba el tendero a la vista, como verduras, cabezas de corderos, dulces o madejas de hilos de todos los colores posibles.
Atravesamos el zoco donde crean los tronos o sillones cubiertos de sedas o rasos blancos para ceremonias de circuncisión o bodas.
Nos detuvimos en la plaza de los caldereros, frente a la medersa o escuela coránica más antigua de la ciudad, y por supuesto, por el barrio de los tintoreros.
Nos dijeron que habíamos tenido suerte porque había un poco de viento que se llevaba el olor en otra dirección, y realmente, nos sorprendió que el olor a pieles encurtidas, a carne podrida, no fuera tan nauseabundo como lo recordaba.
Durante toda la mañana recorrimos sus calles -en ocasiones más deprisa de lo que nos hubiera gustado- hasta la hora de la comida, cuando nuestro guía Abdul nos llevó a un restaurante "típico" situado en un callejón sin salida, y alejado del bullicio. Sin duda comimos muy bien, aunque tuvimos que negociar previamente con Abdul lo que nos iban a cobrar por el menú.
Tras la comida, visitamos una "farmacia bereber" y volvimos a la puerta por la que habíamos entrado. Una vez fuera de la medina, comprobamos que las altas temperaturas que se dicen de Fez son ciertas, aunque dentro de la medina no lo hubiéramos notado.
Ya al atardecer, decidimos volver por nuestra cuenta a la Mellah o barrio judío, para conocer tranquilamente esa zona de la ciudad que por la mañana vimos sólo desde el coche.
jueves, 21 de agosto de 2008
Día 4. Fez-Midelt
Kilómetros: 180. Tiempo: 3 horas, aprox.
Tenemos por delante una jornada de las que llamamos "de transición" hasta el desierto. Como el trayecto Fez-Merzouga era demasiado largo, lo partimos en dos haciendo noche en Midelt, un pueblo que no tiene mayor interés.
Fue un día muy agradable: paramos en Ifrane, la "suiza" marroquí no sólo porque tiene nieve y esquí en invierno, sino también porque los marroquíes más ricos tienen allí sus mansiones estilo Gstaad. Por lo demás, la ciudad no tiene gran cosa: jardínes supercuidados de cesped y flores, un centro peatonal impoluto con tiendas y cafés más occidentales que otra cosa, y mucho guardia. Aprovechamos para comprar pan para la comida tipo picnic que habíamos planeado.
Seguimos nuestra ruta or la carretera hacia Midelt. Unos cuantos kilómetros pasado Azrou, ascendimos un pequeño puerto hasta que vimos un cartel que decía "Circuito turístico de los cedros", y a la derecha salía un sendero por el que nos desviamos.
En seguida los vimos. Varias familias de monos merodeaban por el suelo buscando los restos que dejaban los excursionistas. Los niños se bajaron corriendo en su busca y al mismo tiempo, se presentaron junto a nosotros tres o cuatro chavales marroquíes tirando de unos burros adornados muy graciosos, para que se montaran los niños.
Comimos en una de las mesas de picnic que había en el lugar: sacamos nuestro embutido ibérico, el pan de Ifrane, unas latas de bebida y alguna fruta. Había alguna otra familia marroquí comiendo en otras mesas. Al terminar, nos acercamos a la carretera a ver los puestos de fósiles y piedras semipreciosas.
A eso de las 4 de la tarde llegamos al hotel Kasbah Asmaa en Midelt, justo a tiempo para descansar, darnos un baño en su piscina rodeada de jardín y prepararnos para la cena.
Por la noche, al fresco de la terraza del hotel y con una ¡cerveza! delante, los niños hicieron migas con Mohammed, un bereber ya mayor con mucha paciencia y una minúscula tienda de fósiles en la puerta del hotel.
miércoles, 20 de agosto de 2008
Día 5. Midelt-Merzouga
Kilómetros: 160. Tiempo: 2 h 45 min.
De nuevo en camino. Salimos temprano para rodear las montañas del Gran Atlas que nos separan del desierto. No hay mucho tráfico y vamos relativamente rápido hasta que nos encontramos con una expedición de casi 15 autocaravanas italianas que se dirigen también hacia el sur.
No tuvimos más remedio que ponernos a la cola hasta que llegamos al mirador que domina el espectacular palmeral de las Gargantas del Ziz, donde paramos todos. Las vistas son espectaculares, pero en cuanto vimos que los italianos se marchaban, nos lanzamos a nuestros coches a la carrera para ponernos "en cabeza".
La siguiente parada fue poco antes de la hora de comer, en Erfoud, pueblo de acceso al desierto. Y ahí el calor sí que era "propio del desierto": ¡más de 40 grados!
Alí el Cojo vino a buscarnos porque se encontraba en la ciudad por casualidad, y nos explicó cómo llegar hasta su hotel en Merzouga. "Donde mejor vais a comer es en el hotel, iros ya para allá", nos dijo con su sonrisa de niño grande.
Y allá nos fuimos. Cogimos la carretera predesértica hacia Rissani, y de ahí a Merzouga. Cuando llegamos al cartel que anunciaba el albergue de Alí el Cojo, cogimos la pista de tierra negra y polvorienta que conducía hasta la puerta del hotel. Los niños empezaron a ver los primeros espejismos, las primeras dunas, los primeros dromedarios.
En el albergue nos estaban esperando para comer. Luego, los niños se metieron en la piscina y ya no salieron hasta casi la hora de merendar.
Cuando empezó a caer el sol, salimos a las afueras del albergue porque vimos dos porterías y un grupo de niños jugando al fútbol. ¿Hacía un partido con seis niños españoles? Los niños de Merzouga accedieron fácil a jugar.
"Pero si no tienen zapatillas de fútbol! -dijo uno de los nuestros. Y sin embargo, no veas cómo corrían todos sobre el pedregal polvoriento tras el balón, chutando a gol, regateando, saltando. Resultado final: empate. La luz se iba a pasos agigantados y volvimos al albergue.
La cena fue al aire libre, en la terraza del albergue. Una ensalada y una gran fuente de cuscus, a la luz de las estrellas -no hubiera estado mal alumbrar las mesas con unas velitas, pero al menos, el sabor de la comida era bueno-, acompañados de la música de la guitarra y los tambores de los chicos de Alí.
Sentados frente a unos vasitos de té a la menta, Alí nos contó que tiene 7 hermanos y que él y su hermano Said son los más pequeños, aunque en el albergue da trabajo a varios sobrinos. Él empezó como guía de los 4x4 que hacían excursiones al desierto hasta que le pidieron alojamiento en Merzouga y hace 10 años empezaron a construir el albergue. Ahora, además del albergue, tiene 3 o 4 campamentos de jaimas en el desierto para las excursiones y ya está pensando en construir otro albergue, algo más "lujoso".
En el albergue, lo que dice Alí es sagrado. Y es que Alí sabe lo que se hace, sabe tratar a la gente con su simpatía, su cercanía, y su "oficio": la habilidad para saber qué quieren sus huéspedes y dárselo.
Los niños hacía tiempo que se habían quedado dormidos sobre las bancadas, cuando empezaba a soplar una mínima brisa.
martes, 19 de agosto de 2008
Día 6. El desierto
Es domingo, día de mercado en Rissani. Antes, nos dice Alí que vayamos al "pueblo de los negros" o los bambara, una tribu llegada de Sudán hace siglos que se dedican a la música. Los bambara van vestidos de un blanco que casi deslumbra al constraste con su piel y tocan una música de "trance", que llega a resultar monótona en grandes dosis. Creo que estuvimos más tiempo del que nos hubiera gustado, pero no queríamos interrumpir su actuación.
De ahí, a Rissani, directos al mercado que aparece en nuestra guía turística, poco turístico pero interesante: no escapamos de la tienda de artículos para turistas, pero al menos, compramos unos turbantes para la noche en el desierto. Y por si acaso alguien nos dice luego que exageramos, hicimos una foto a un termómetro que vimos colgado en la azotea de una casa: 45º C al sol.
Dormitamos en el hotel hasta las 18:30, hora de salir hacia el desierto. Los dromedarios nos esperan con cara de guasa: otros turistas dispuestos a aguantar casi 2 horas de movimientos tambaleantes sobre una montura algo incómoda. Me pregunto cómo pueden aguantar los tuaregs semanas enteras encima de un bicho de estos. Los niños lo soportan bien; debe ser porque todavía son de goma.
Está casi oscureciendo cuando llegamos al campamento de jaimas. ¡Estamos derrotados! Bueno, los niños siguen teniendo cuerda un rato, mientras llega la cena y... sorpresa! ¡Hay espaguetis para cenar! Gentileza de Alí para los niños. El aire de la noche en el desierto se refresca por momentos hasta ser respirable y los niños empiezan a caer como moscas.
Dormimos al aire libre, sobre unos colchones, tapados con sábanas, mirando el cielo estrellado, y Elena se acuerda de la película "El cielo protector", de Paul Bowles. Dice que quiere volver a ver la película. Yo tengo el libro en casa.
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