martes, 19 de agosto de 2008
Día 6. El desierto
Es domingo, día de mercado en Rissani. Antes, nos dice Alí que vayamos al "pueblo de los negros" o los bambara, una tribu llegada de Sudán hace siglos que se dedican a la música. Los bambara van vestidos de un blanco que casi deslumbra al constraste con su piel y tocan una música de "trance", que llega a resultar monótona en grandes dosis. Creo que estuvimos más tiempo del que nos hubiera gustado, pero no queríamos interrumpir su actuación.
De ahí, a Rissani, directos al mercado que aparece en nuestra guía turística, poco turístico pero interesante: no escapamos de la tienda de artículos para turistas, pero al menos, compramos unos turbantes para la noche en el desierto. Y por si acaso alguien nos dice luego que exageramos, hicimos una foto a un termómetro que vimos colgado en la azotea de una casa: 45º C al sol.
Dormitamos en el hotel hasta las 18:30, hora de salir hacia el desierto. Los dromedarios nos esperan con cara de guasa: otros turistas dispuestos a aguantar casi 2 horas de movimientos tambaleantes sobre una montura algo incómoda. Me pregunto cómo pueden aguantar los tuaregs semanas enteras encima de un bicho de estos. Los niños lo soportan bien; debe ser porque todavía son de goma.
Está casi oscureciendo cuando llegamos al campamento de jaimas. ¡Estamos derrotados! Bueno, los niños siguen teniendo cuerda un rato, mientras llega la cena y... sorpresa! ¡Hay espaguetis para cenar! Gentileza de Alí para los niños. El aire de la noche en el desierto se refresca por momentos hasta ser respirable y los niños empiezan a caer como moscas.
Dormimos al aire libre, sobre unos colchones, tapados con sábanas, mirando el cielo estrellado, y Elena se acuerda de la película "El cielo protector", de Paul Bowles. Dice que quiere volver a ver la película. Yo tengo el libro en casa.
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